Hija de una noble familia inglesa, nació en Florencia, Italia, de allí su nombre. Su padre se preocupó por su educación, acercándola a los clásicos griegos, la Biblia y la literatura, pero también a las matemáticas y ciencias sociales. Más tarde, tendría lecciones de aritmética, álgebra y geometría, así como estadística.

En este año, Florence recibió la llamada de Dios, con la que quedó convencida de que quería dedicar su vida al cuidado de los enfermos. Ella había acompañado a algunos familiares en sus padecimientos, aunque la enfermería se consideraba un cargo para personas humildes, de clase baja, no para la hija de nobles.

Después de algunos años y desencuentros con su madre y hermana, consigue dedicarse a la enfermería con la aprobación de su familia, alejándose de los estereotipos de su tiempo: rechazaría peticiones de matrimonio, no se casaría ni tendría hijos, como la gran mayoría de las mujeres. Además, tuvo contacto y amistad con intelectuales de su tiempo, como Charles Dickens.

Nightingale inició un recorrido por diferentes hospitales de Europa, incluso de Egipto, tanto para observar como para formalizar su instrucción en la enfermería, con ello conoció las distintas maneras en las que se llevaba a cabo esta tarea y así como las diferentes administraciones hospitalarias.

Rusia invadió Turquía, entonces Inglaterra y Francia enviaron soldados para apoyar la lucha contra los rusos. A finales de ese año, ante la crítica de la revista The Times a las instalaciones médicas británicas, el gobierno llamó a Florence Nightingale para ocupar el puesto de “Superintendente del Sistema de Enfermeras de los Hospitales Generales Ingleses en Turquía”. Ella viajó a la península de Crimea con otras 38 enfermeras voluntarias.

Desde que ocupó su puesto como enfermera administradora, fue conocida entre los soldados como “La dama de la lámpara”, ya que por las noches visitaba a los enfermos, llevando una lámpara para alumbrarse en medio de la oscuridad. Esto era muestra de su preocupación y amor por los enfermos y de la dedicación a su tarea. Al mismo tiempo, recopiló datos para mostrar cómo disminuía la tasa de mortalidad de los heridos de guerra en su hospital, esto gracias a medidas como: alimentación, limpieza, circulación del aire, agua hervida y el cuidado humano de las enfermeras.

Después de la firma de paz, Nightingale regresó a su país y observó que en los hospitales de Londres los soldados morían más que en las batallas. Por lo tanto, ella usó las estadísticas que había realizado para promover reformas sanitarias en hospitales militares y civiles de la isla británica con apoyo de la Reina Victoria.

En el hospital de St. Thomas se inauguró la Escuela de Entrenamiento y Hogar Nightingale para Enfermeras, así se formalizó la profesión de la enfermería, dándole un status de carrera respetable. Nightingale publicó Notas sobre la enfermería, libro capital para dicha formación.

Fue nombrada miembro honorífico de la American Statistical Association, luego la Reina Victoria le otorgó la Cruz Roja Real por su labor en 1883, y en el siglo XX recibió la Orden al Mérito, siendo la primera mujer que con esta condecoración.

Después de permanecer en cama durante muchos años debido a una enfermedad adquirida en Crimea, murió en Londres, reconocida por su gran aportación a la sociedad y a la enfermería.